Hasta ciertos personajes recurren al desguace para tenerlo todo perfecto

Todos tenemos bien clara la imagen, porque forma parte de la cultura nacional y se ha ido perpetuando a lo largo de los años. Tres figuras bien vestidas y tocadas con coronas llenas de filigranas avanzan por el desierto, por caminos polvorientos, bajo la lluvia, de día y de noche. Llevan enormes sacos llenos de juguetes y montan en camello, dando así idea de su origen oriental. En efecto, estamos hablando de Sus Majestades los Tres Reyes Magos, que dentro de poco aterrizarán en nuestro país.

Sin embargo, y dados los avances que se han producido en torno nuestro, no nos extrañaría que la tradición pudiera modificarse en unos años y convertirse en algo parecido a lo que sigue (la adaptación es libre, se aceptan aportes):

Los tres vehículos se encontraban listos, estacionados en la calle residencial del complejo Felicity kings. Uno de ellos había tenido una pequeña avería, pero una rápida visita a www.desguacesalcala.com había bastado para obtener el recambio deseado y arreglar el desperfecto en un santiamén y de forma barata, que no está el asunto de la realeza como para andar despilfarrando.

Baltasar, el más joven de los tres, miró la hora en su tablet. Faltaban pocos minutos para ponerse en marcha, así que mandó un Whatsapp a sus dos compañeros de fatiga, preguntándoles cuánto les faltaba para ponerse las capas de teflón que les había regalado un conocido gran almacén. Tras comprobar, con satisfacción, que todo estaba ya preparado se dirigió al ascensor y bajó a la última planta, donde cogió su carretilla eléctrica y llevó los juguetes al automóvil que le correspondía, una maravilla de ocho cilindros y más de 400 caballos que respondía con suavidad a cualquier imprevisto.

Al abrir la puerta comprobó que había recibido un correo electrónico con un asunto urgente. Se trataba de la lista de aquellos que recibirían carbón este año, convenientemente transformada en formato pdf para no perder ningún dato. Estuvo consultando la lista y comprobó con satisfacción que varios nombres que aparecían el año anterior habían desaparecido. Bueno, pensó, al menos sirvió para que tomaran conciencia. Eso sí, algunos eran tan habituales que ya ni se sorprendía de verlos otra vez por allí.

Al meter los regalos en el maletero el ruido de los papeles de regalo le recordó aquellos otros tiempos en los que montaban camellos y llevaban enormes sacos de terciopelo coloreado. No añoraba aquella época, sobre todo su espalda no la echaba de menos en absoluto, pero sí que es verdad que le resultó difícil cambiar la corona por aquella gorra tan poco favorecedora que le daba un aire de pandillero del cual se hacían eco y risas sus dos colegas. No pudiendo evitar una sonrisa cerró la puerta, subió al coche y encendió el contacto. Tras el arreglo todo había quedado de maravilla. Suspiró, metió la primera y fue el primero en salir por el garaje. La noche comenzaba a caer.

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