El cambio de humor de mi querido Pipo

Cuando mi novia cumplió los dieciocho años, sus padres le regalaron un Yorkshire recién nacido como nueva mascota, lo llamaron Pipo, y demás está decir que inundó la casa de felicidad, evidentemente aun hoy, ocho años después lo sigue haciendo. Durante los primeros años de su vida, todo era alegría y mi actual pareja se empeñó en educarlo correctamente, aplicando una serie de buenas costumbres de manera continuada, por medio de la constancia Pipo fue haciéndose una mascota ejemplar. Le gustaba jugar con otros perros, con su familia, y con todo aquel que estuviera dispuesto a prestarle un poco de su tiempo, se había convertido en una mascota divertida y en un gran compañero.

Al tercer año de vida ocurrió un suceso que cambió para siempre su comportamiento, en uno de sus paseos habituales en los que se detenía a jugar con otros perros tras un movimiento inadecuado de un perro de bastante mayor tamaño que él, quedó presionado bajo el cuerpo del enorme can durante unos cuantos segundos, que estuvo a punto de dejarlo totalmente sin aire. Desde entonces, su manera de actuar ha cambiado radicalmente. En realidad, sólo su manera de comportarse con otros perros es la que ha variado. A partir de aquel momento, cada uno de los paseos se hace muy difícil, quién lleve su correa debe estar muy atento a que no haya perros por delante ni al girar la esquina porque Pipo se mantiene siempre alerta y ante el primer atisbo de encuentro frontal con otro perro ataca sin pensarlo dos veces, no importa que el perro que esté delante tenga su misma complexión física o si le triplica en tamaño y peso. Esta situación llega a incomodarnos bastante, ya que es imposible soltarle la correa en ningún momento porque nunca se sabe cómo puede reaccionar, siendo incluso peligroso para su propia integridad física cualquier tipo de pelea por su pequeño tamaño, a priori tiene todas las de perder contra el noventa por cien de los perros. Tampoco es cómodo para sus dueños el cruzarse con vecinos cuando pasean a sus mascotas por las noches y sistemáticamente tener que alejarse de ellos para evitar ese tipo de encuentros.

Ante esta situación, ¿qué debemos hacer? Yo considero que la mejor opción sería poner a Pipo en manos de un profesional del adiestramiento canino como quicoadiestrador.es, una persona que sepa cómo trabajar ese problema, que conozca los mecanismos para corregir un hábito adquirido y que haga que tanto Pipo como sus dueños puedan disfrutar de sus paseos como lo hacían tiempo atrás.